El dilema de Page: ¿y si esta vez solo le confían el voto si va más allá de las palabras con Sánchez?
Quizás el hecho de que el presidente castellanomanchego pueda acabar con todo y no lo haga, a pesar de precisamente todo, pueda ser la clave para un cambio de Gobierno impensable no hace mucho tiempo en la región

El presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page
La goma política de Emiliano García-Page podría estar algo pasada por primera vez desde que es presidente de Castilla-La Mancha. Es la goma que le ha permitido mantener las distancias, tanto cerca como lejos, cuando ha necesitado cualquiera de las dos situaciones respecto a cualesquiera de los objetos.
En pleno inicio del terremoto de corrupción que afecta al PSOE, al Gobierno y a Sánchez (porque aunque parezca una catástrofe, todo parece indicar que no son nada más que los primeros temblores, como el propio Page ha expresado en distintas ocasiones), el presidente castellanomanchego se mantiene en un silencio que habla (en una lengua no del todo traducible), solo roto por intervenciones de despresurización.
Es decir, Page podría hablar, como habló la última vez después de varios días, sin decir nada tras la publicación de los audios por lo que se destapó la implicación de Santos Cerdán, el penúltimo de la banda del Peugeot, tras Ábalos y Koldo, solo para que la presión del silencio no estalle y este hable en un idioma perfectamente claro. Un silencio que hace mucho más que otorgar.
Quien si habla en la calle es Castilla-La Mancha, donde Page gobierna desde 2015 y ahora con una mayoría absoluta pequeña, a pesar de ser absoluta, debido a las características especiales del parlamento del Palacio de Fuensalida, con solo 33 escaños. Ochocientos votos separaron en las últimas elecciones la mayoría de Page de un Gobierno del PP y Vox. Por eso es una mayoría absoluta especial que podría estar en peligro.
Lo dice la calle. Se oye en la calle. Bien es sabido en la región que buena parte de los votantes del actual presidente son votantes del PP e incluso de Vox en las elecciones generales. También es bien sabido que Sánchez no goza de demasiados partidarios en la Comunidad, más bien todo lo contrario, también entre los votantes del PSOE.
Unos votantes del PSOE, se oye en la calle, que ya han llegado al límite del aguante respecto al presidente del Gobierno. Aun así, estos podrían seguir votando a Page en las autonómicas, pero ¿y los votantes de Page que en las nacionales votan a PP y Vox? Si aquellos han llegado al límite, estos lo han debido de sobrepasar.
Quizás el hecho de que Page pueda acabar con todo y no lo haga, a pesar de precisamente todo, pueda ser la clave para un cambio de Gobierno impensable no hace mucho en Castilla-La Mancha. Y esto, por supuesto, tiene que saberlo el político toledano, el tercero más valorado por los españoles.
Page debe de tener un dilema que ya lleva tiempo sobre la mesa, pero que nunca había sido tan urgente. En las últimas elecciones generales pasó el Rubicón de su apoyo a Sánchez sin daños aparentes, aunque es posible que sí con daños internos, invisibles a simple vista. Grietas que se están haciendo más grandes y podrían ser un problema al mismo tiempo que la corrupción vaya aflorando como plantas en esas hendiduras.
El presidente regional debe de tener muy presente lo que significó para alguien tan parecido políticamente a él como José Bono el enfrentarse directamente con el preSánchez que fue Zapatero, bajo cuyo Gobierno se hizo fuerte después en la presidencia del Congreso.
Page ha pedido adelantar las elecciones generales para que «el veredicto de los españoles sobre la política nacional sea anterior», pero puede que esto no sea suficiente para mantener el poder regional en las posteriores elecciones regionales después de que los castellanomanchegos sepan que su presidente pudo acabar con Sánchez por segunda vez y no lo hizo.
Incluso a pesar del sacrificio político interno que esta decisión podría suponer (podría este PSOE expulsarle del partido, pero no parece probable por el coste político para las siglas: es uno de los tres únicos presidentes autonómicos socialistas), que incluso (hay demasiados inclusos en todas estas suposiciones) podría hacerle presidente por cuarta (y por quinta y sexta, ya de paso) legislatura consecutiva como premio por el insólito y valiente sentido de Estado.