Imagen de un vendedor de limones del Mercado Central de Valencia

Imagen de un cajón de limones de procedencia española tomada este lunes en el Mercado Central de ValenciaMarian Moncho

Los consumidores huyen de los limones africanos: «Preferimos el producto español aunque sea más caro para evitar las plagas»

Vendedores y agricultores denuncian a El Debate la entrada masiva de cítricos «que no cumplen el protocolo y sin garantías» procedentes de países como Marruecos o Egipto

La detección en Europa de los primeros cargamentos de limones sudafricanos contaminados con el hongo causante de la peligrosa enfermedad conocida como Mancha Negra ha encendido las alarmas en el sector citrícola de la Comunidad Valenciana. Al respecto, El Debate ha pulsado las opiniones de compradores y vendedores del Mercado Central de la capital del Turia sobre la irrupción de esta plaga y las consecuencias que implica en el encarecimiento del producto nacional.

«Preferimos el producto español aunque sea más caro para evitar las plagas». Compradores y vendedores denuncian que la entrada masiva de cítricos procedentes de países como Marruecos o Egipto genera desconfianza, ya que «no cumplen con los protocolos fitosanitarios ni ofrecen las garantías exigidas», por la Unión Europea. Mientras algunos consumidores apuestan exclusivamente por fruta y verdura de proximidad, otros restan importancia a la situación y afirman que «todo esto son bulos de la extrema derecha», a pesar de que las principales organizaciones agrarias, como ASAJA o La Unió Llauradora, sostienen sus denuncias con datos contrastados.

Imagen de un limón de procedencia alicantina tomada este lunes en el Mercado Central de Valencia

Imagen de un limón de procedencia alicantina tomada este lunes en el Mercado Central de ValenciaMarian Moncho

El Debate ha comprobado de primera mano la procedencia de los productos a la venta en el Mercado Central de Valencia. Tras recorrer distintas paradas y consultar con vendedores y agricultores, este diario ha constatado que la fruta y verdura ofrecida en los puestos es de origen nacional, en su mayoría cultivada en la Comunidad Valenciana o en otras regiones del sureste español como Murcia o Andalucía. Entre cajas de cítricos y clientela fiel, tanto agricultores como consumidores muestran su frustración ante lo que perciben como una amenaza directa para el campo español.

Un agricultor valenciano y trabajador en la parada Monzó, una de las más veteranas del recinto, denuncia que «nosotros aquí tenemos que ser súper ecológicos, pero con los de fuera no lo somos, como siempre. No podemos competir así. Las plagas que tienen allí, aquí no existen, porque nosotros sí llevamos un control fitosanitario riguroso para ofrecer un producto de calidad».

El presidente de ASAJA Alicante, José Vicente Andreu, respalda estas afirmaciones a este diario y añade que «la compraventa de limones es un mercado con fuerte demanda, y los están enviando desde el extranjero sin garantizar la trazabilidad ni cumplir los protocolos establecidos».

Este sentimiento de abandono no es aislado. La percepción general es de impotencia frente a unas normas impuestas desde Bruselas que penalizan al productor local y benefician a las importaciones masivas. «La normativa desigual de los controles obligatorios permite que en otros países no sigan el mismo reglamento que aquí, lo que está provocando una creciente distorsión del mercado», explica a El Debate, Francisco Calpe, ingeniero agrónomo castellonense.

Me da miedo comprar productos extranjeros. Sé que muchos no pasan los mismos controles que aquí y me quedo más tranquila cuando tengo claro que lo que llevo en la bolsa es españolClienta habitual del Mercado Central de Valencia

Por su parte, los compradores también expresan inquietud. Lola, vecina de Valencia que acude cada semana a su puesto habitual, defiende su decisión de comprar siempre producto nacional. «Aquí sé que la fruta es local, de la Comunidad Valenciana. Están entrando muchas enfermedades de fuera y yo me aseguro de que lo que compro sea de buena clase».

Otra clienta, de perfil más joven, reconoce que antes no prestaba atención a la procedencia, pero ahora revisa cada etiqueta: «Me da miedo comprar productos extranjeros. Sé que muchos no pasan los mismos controles que aquí y me quedo más tranquila cuando tengo claro que lo que llevo en la bolsa es español», asegura.

En contraste, otro consumidor, más escéptico, minimiza la alerta. «Todo esto son bulos de la extrema derecha para asustar a la gente. A mí me da igual de dónde venga la fruta. Nunca me ha pasado nada por comer producto importado», confirma.

Imagen de la etiqueta con procedencia española en una parada de fruta y verdura en el Mercado Central de Valencia

Imagen de la etiqueta con procedencia española en una parada de fruta y verdura en el Mercado Central de ValenciaMarian Moncho

Para quienes viven del campo, la preocupación va más allá de lo inmediato. Íñigo Rodriguez, un agricultor de la zona de Castellón lo resume en una frase contundente: «Llevamos varios meses negros para la agricultura». Además, lanza una crítica directa: «¿Cómo es posible que siendo Murcia y Alicante los principales productores de limones, los agricultores estén dejando de cultivar? Por que no es rentable, y mientras sigan entrando contenedores sin las certificaciones de calidad correspondientes favorecemos la importación de plagas que aquí no existen», asegura indignado.

Según concreta a este periódico el presidente de ASAJA Alicante, José Vicente Andreu, las partidas de limones contaminados fueron interceptadas en Holanda pero no en territorio español. Además, aclara que los principales problemas con el límite máximo de residuos (LMR), que es la cantidad de pesticidas o productos químicos permitida sin riesgo para la salud, no se están dando en los productos procedentes de Sudáfrica o Argentina, sino en los importados de países como Marruecos, Egipto y Turquía.

Desde el sector agrario valenciano insisten en aplicar un principio de reciprocidad. Si los productos importados no cumplen los mismos requisitos que los nacionales, no deberían acceder al mercado comunitario europeo.

De momento, en los pasillos del Mercado Central de Valencia, los pequeños agricultores siguen levantándose cada madrugada para vender fruta a un precio que apenas cubre costes, mientras miran con preocupación los palés llegados de ultramar. La competencia, denuncian, «ya no es justa». Y la confianza de los consumidores, cada día más difícil de recuperar.

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