El rodadero de los lobosJesús Cabrera

Una oportunidad perdida

«Aquel campo de fútbol que anunciaron como el Maracaná cordobés comenzó pronto a mostrar su peor cara»

Actualizada 04:30

Esta semana se han alzado sobre la fachada las letras que componen el rótulo que da nombre al estadio de fútbol como el Bahrain Victorious Nuevo Arcángel, otra vuelta de tuerca más -esta vez comercial- que vuelve a desvirtuar algo que el club, la afición y la ciudad no debieran de haber permitido.

El éxito de cualquier producto es tener una marca sólida, perfectamente identificable por cualquiera. La Coca-Cola lleva más de un siglo con su nombre inmutable, su tipografia y sus colores identificativos. Lo mismo se puede decir con mil ejemplos más que se mantienen en el mercado porque no hay que ir explicado cada vez quién es.

Recordarán que la Pérgola de los jardines del Duque de Rivas pasó hace unos años a tener un uso comercial. Le cambiaron el nombre y aquello no cuajó porque nadie sabía lo que era ni dónde estaba. Muy cerca, el Bar Playa también tuvo la debilidad de cambiarse el nombre y ha vuelto a ser el Bar Playa. Lo siento pero no puedo decir el nombre actual de Gaudí porque sigue siendo Gaudí, aunque en la puerta ponga otra cosa.

Se quiera o no, es la sociedad la que decide el nombre de las cosas y por eso en la calle ha fracasado el leguaje inclusivo y por eso después de más de siglo y medio sigue siendo la calle de la Feria, con todos los respetos hacia San Fernando. El pobre Claudio Marcelo no ha encontrado aún una generación que lo reivindique frente a una calle tan cargada de años como de veladores que se han convertido en una auténtica prueba de obstáculos para el peatón.

No hay que repetir la historia de todos conocida del estadio cordobés, que en 1993 salta a otro que con toda razón comenzó a conocerse como el Nuevo Arcángel. Era lógico. Aquel campo de fútbol que anunciaron como el Maracaná cordobés comenzó pronto a mostrar su peor cara. Las grietas afloraron como culebrillas para inquietud de una afición que veía las jugadas a través de unos prismáticos por aquello de la pista de atletismo -¿recuerdan?- que distanciaba hasta el absurdo a la afición de los jugadores.

Las reformas que vinieron después pusieron el punto de cordura necesario en la denominación del estadio. «Si el Nuevo Arcángel es sustituido por otro, ¿cómo lo llamamos?» Nadie tuvo que imponer nada porque lentamente comenzó a cuajar la recuperación del nombre de siempre: El Arcángel. Así lo asumió la afición y a nadie le extrañó que Queco en el himno del equipo hablara de «El Arcángel, nuestro reino» y que en la puerta principal, bajo el San Rafael de José Manuel Belmonte, pone correctamente «Estadio El Arcángel».

Esto no evitó que fuera de la ciudad se siguiera martilleando de vez en cuando con lo del Nuevo Arcángel, cuando de aquel Nuevo Arcángel que sí lo fue queda ya muy poco a día de hoy. El rótulo instalado esta semana en la fachada del estadio es un ‘flashback’ de los gordos. Se ha perdido la oportunidad de consolidar lo ya corregido y se ha preferido volver a los años de las goteras, las grietas y la pista de atletismo.

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