
Protestas en Irlanda del Norte
Las claves de las duras protestas en Irlanda del Norte contra la inmigración: «Esto podría durar semanas»
En las últimas dos décadas, la ciudad de Ballymena ha cambiado con la llegada de trabajadores del Este de Europa, especialmente de Rumanía y Polonia
Lo que comenzó como una vigilia silenciosa en memoria de una víctima menor de edad terminó, en apenas unas horas, en una de las peores noches de violencia callejera que ha vivido la ciudad norirlandesa de Ballymena. A lo largo del lunes y martes de esta semana, esta ciudad de poco más de 30.000 habitantes en el condado de Antrim, al norte de Irlanda del Norte, ha sido el escenario de un estallido social que ha dejado 32 policías heridos, viviendas quemadas y un barrio entero sumido en el miedo.
La chispa que lo encendió todo fue la denuncia de una agresión sexual contra una niña de 14 años, presentada el viernes 7 de junio. La policía arrestó a dos adolescentes, también de 14 años, y de nacionalidad rumana, y las redes sociales estallaron con mensajes contrarios a la inmigración. A las pocas horas, en Larne Road Link, un barrio residencial de Ballymena, la protesta organizada con velas se transformó en barricadas improvisadas, encapuchados lanzando cócteles molotov y un clima que complica la convivencia que desde hace años se construía, no sin tensiones, entre las comunidades locales e inmigrantes.
Cabe incidir que en el Reino Unido las protestas contra la inmigración están ganando mucha fuerza en los últimos meses. El verano pasado, se desataron una serie de manifestaciones a raíz de un caso de apuñalamiento masivo en la localidad de Southport, Merseyside, en la que tres niños murieron y otras 10 personas —ocho de las cuales eran niños— resultaron heridas, algunas de ellas de gravedad. El sospechoso del apuñalamiento masivo era un inmigrante musulmán.
Hace escasos días, cuando un coche irrumpió en una zona céntrica de Liverpool, dejando más de 100 heridos, la Policía actuó con mucha rapidez para aclarar que el autor del atropello era un hombre de nacionalidad inglesa, con el objetivo de evitar que las calles se volvieran a llenar de protestas contra la inmigración.
Volviendo a Irlanda del Norte, el lunes por la noche 15 agentes de policía resultaron heridos mientras trataban de contener a grupos organizados que actuaron —según la BBC— de forma «deliberada y violenta». Algunos llevaban armas improvisadas. Otros simplemente el rostro cubierto. Se prendieron fuego al menos cuatro viviendas, todas de familias extranjeras. El martes, los disturbios se recrudecieron, con otros 17 agentes heridos, cinco detenidos y una tensa situación en la comunidad.

Protestas en Irlanda del Norte
Las autoridades, con el jefe de policía Jon Boutcher a la cabeza, no tardaron en calificar los hechos como un «ataque cobarde y organizado», y anunciaron que ya están analizando videos de seguridad y publicaciones digitales para identificar a los responsables. «Esto no es solo vandalismo. Es un ataque contra el derecho de vivir en paz», sentenció.
Desde el gobierno autónomo de Irlanda del Norte, los cinco partidos que conforman el Ejecutivo —unionistas, republicanos y centristas— emitieron un comunicado conjunto condenando «sin reservas los actos de violencia racista». En Londres, la ministra británica para Irlanda del Norte, Hilary Benn, lo dejó aún más claro: «Las escenas de Ballymena no tienen cabida en nuestra sociedad».
Y sin embargo, ahí están. Porque Ballymena no es ajena al clima que desde hace años se respira en ciertos sectores de Irlanda del Norte. En las últimas dos décadas, la ciudad ha cambiado con la llegada de trabajadores del Este de Europa, especialmente de Rumanía y Polonia. Han surgido nuevas oportunidades, pero también nuevos miedos. Y aunque la convivencia ha sido en general estable, el Northern Ireland Council for Ethnic Minorities (NICEM) lleva tiempo advirtiendo sobre el crecimiento lento pero constante de grupos extremistas, algunos de ellos bien conectados, que se alimentan del descontento económico y lo traducen en odio.
En este caso, las redes sociales fueron el megáfono perfecto. Según la agencia AP, en las horas previas a los disturbios circularon cientos de mensajes organizando la «respuesta ciudadana», con llamados explícitos a «echar a los extranjeros» y «proteger a nuestras niñas». Lo ocurrido en Ballymena no tardó en salpicar a otras localidades y en Lisburn, Coleraine y partes de Belfast ya se han registrado focos menores de tensión. Una fuente policial citada por medios británicos fue clara: «Esto podría durar semanas».