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Químicos eternos (PFAS) en la leche: ¿un riesgo real?
Los PFAS, o sustancias per- y polifluoroalquiladas suelen ser conocidas por los nombres de «químicos» o «contaminantes eternos»
¿Qué tienen en común una sartén antiadherente, una prenda impermeable y un vaso de leche? A primera vista, nada. Pero la ciencia ha encontrado un nexo preocupante: los PFAS, o sustancias per- y polifluoroalquiladas, conocidos como «contaminantes eternos» por su alta persistencia en el medio ambiente.
Durante décadas, estos compuestos se han usado en todo tipo de productos industriales y domésticos. Hoy, se sabe que han llegado a los alimentos, incluidos algunos tan cotidianos y esenciales como la leche.
Una reciente revisión científica internacional, publicada en la revista Foods, analizó 22 estudios publicados en los últimos diez años sobre la presencia de PFAS en leche de vaca, cabra y oveja, abarcando más de 800 muestras recolectadas en distintos continentes. El hallazgo es claro: estos contaminantes están presentes, aunque en bajas concentraciones, en la leche que consumimos.
Y aunque los niveles suelen estar por debajo de los límites establecidos, su presencia recurrente plantea nuevas preguntas sobre la seguridad alimentaria, especialmente en poblaciones vulnerables como los niños.
«Químicos eternos» en la leche
Según esta revisión, la contaminación de la leche con estas sustancias es más frecuente en Asia y Europa, y menor en América y África, aunque Sudáfrica reportó valores elevados.
Sin embargo, es importante destacar que, en general, los niveles detectados no superan los límites de ingesta tolerable semanal (TWI) establecidos por EFSA (4.4 ng/kg/semana para PFOA, PFOS, PFHxS y PFNA combinados).
Eso sí, algunos estudios con datos más recientes alertan de posibles riesgos en exposiciones altas o acumuladas, especialmente en niños y lactantes, que son los grupos más vulnerables.
¿El tipo de leche importa?
La mayoría de estudios fueron realizados en leche de vaca. Solo un estudio evaluó leche de cabra y oveja y detectó niveles de PFAS significativamente más altos, posiblemente por hábitos de pastoreo y contacto con suelo contaminado.
Con todo, aunque los niveles de PFAS en leche suelen ser bajos, la alta frecuencia de detección global y la importancia de la leche en la dieta humana hacen necesario un monitoreo continuo, especialmente para niños y poblaciones sensibles.