Adrià Montoro

Fotografía del donante de riñón Adrià MontoroCedida por Adrià Montoro

Entrevista

El joven catalán que donó un riñón y salvó cinco vidas: «Lo hice como un tributo al amor de Cristo»

Una cadena de cinco trasplantes de riñón gracias al gesto altruista de un donante vivo, Adrià Montoro

Era un día cualquiera cuando Adrià Montoro acudió a donar sangre, como había hecho tantas otras veces. Pero esa jornada cambiaría no solo su vida, sino la de cinco personas más. Al ver los carteles informativos sobre otras formas de donación, algo hizo clic en su interior: también podía donar un riñón.

Lo que siguió fue extraordinario. Su decisión altruista desencadenó una cadena de cinco trasplantes renales en el Hospital del Mar de Barcelona, convirtiéndose en uno de los pocos casos documentados en España. La Organización Nacional de Trasplantes apenas registra 23 cadenas de este tipo en toda su historia, una cifra insignificante frente a los más de 4.000 trasplantes renales que se realizan anualmente en el país.

Para el Hospital del Mar, el gesto de Adrià marcó un hito: en 46 años realizando trasplantes renales, nunca habían recibido una donación completamente altruista. El centro tenía un problema complejo: dos parejas de donante-receptor incompatibles entre sí, sin posibilidad de realizar un trasplante cruzado. La llegada de un donante sin vínculos familiares o de amistad con ningún receptor fue la pieza que faltaba para resolver este puzle médico y salvar cinco vidas.

Adrià tiene 30 años y ha protagonizado una donación de riñón altruista que desencadenó una cadena de cinco trasplantes. Licenciado en filosofía, voluntario de Cáritas y con una profunda fe cristiana, nos explica los motivos que le llevaron a tomar esta decisión poco común.

¿Cómo te encuentras ahora después de la operación, varios meses después?

–Me encuentro bastante bien. Puedo hacer vida plenamente normal. Solo queda un poco de fibrosis de la cicatriz, del corte de la extracción, pero va mejorando. Tengo que ir haciéndome curas y masajes, pero va mejorando.

¿Cuál ha sido el proceso de recuperación?

–Primero son tres días en el hospital para recuperarte de la anestesia. Después son tres semanas un poco duras, porque tienes las grapas y te estás recuperando, no te puedes mover mucho y hay bastante dolor. Pero después, a partir de la tercera semana, ya te quitan las grapas y entonces mejora mucho la movilidad, mejora mucho el dolor y ya es ir haciendo vida activa y recuperándose. Al cabo de dos meses ya estás bien. Yo a los dos meses ya hacía deporte.

¿Tuviste que hacer muchas pruebas antes de poder donar un riñón?

–Sí, bastantes. Y además a conciencia, porque el hecho de que tenga 30 años, por un lado es bueno porque me recupero rápido, pero por otro lado también significa que tengo más probabilidad de desarrollar una enfermedad con el tiempo. La doctora que llevó mi caso, la doctora Marta Crespo, se aseguró de que hiciéramos todas las pruebas posibles para descartar cualquier tipo de indicio de que pudiera desarrollar una enfermedad. Esto no quiere decir que no pueda ocurrir, pero que no hay probabilidades altas ni medias.

¿Cuál es el proceso previo a la donación?

–Fueron 10 meses porque lo hicimos más largo de lo que habría sido estrictamente necesario para que yo tuviera tiempo de madurar la decisión. Fue la doctora quien me dijo que lo haríamos lento para que tuviera tiempo de madurarlo, que no fuera de un mes para otro.

–Durante estos 10 meses planificamos las visitas que incluían consultas con el psicólogo de nefrología —tienen un psicólogo especializado en esto—, y después pruebas y análisis de sangre, ecografías del riñón, pruebas de contraste para ver la irrigación y la forma del riñón. También cosas relacionadas con la hipertensión: me hicieron llevar un aparato que me medía la tensión durante todo el día para descartar hipertensión. Me miraron el colesterol, las tiroides, me hicieron electrocardiogramas... Todo lo que sea corazón, circulación, presión, lo miraron muy bien porque está muy vinculado con la salud renal.

En otras entrevistas mencionas que estabas donando sangre un día y viste que también podías donar otras cosas como plasma o riñones y decidiste donar un riñón. ¿Cuál fue tu motivación para tomar una decisión que no es común?

–Por la filosofía de vida que yo he elegido para relacionarme con el mundo y con los otros, que es la filosofía cristiana. En este sentido hay dos ideas principales.

–La primera es una lógica que te permite superar la lógica del mundo en el sentido de la supervivencia estricta, de la autopreservación estricta. Estar centrado en ti mismo y en la preservación. En este sentido, mi decisión no tendría ningún sentido porque me estoy exponiendo a un riesgo, pero desde esta visión cristiana, que pone el foco de la moral en el otro, permite romper esta visión y centrarse en el otro, en lo comunitario, en lo colectivo, en un amor que se basa en la donación.

–Y por otro lado, la figura misma de Cristo, que encarna este acto de donación, que da un significado a lo que es el amor y al darse a los otros, y esto se toma como modelo. Yo a veces pongo la imagen de una banda tributo, una banda musical que hace un tributo a una gran banda, como Queen o Beatles, pero en este caso no por la genialidad musical, sino por la genialidad de amar, de darse.

¿Qué significa para ti ser una especie de tributo al amor de Cristo?

–Significa que si en mi concepción él dio su cuerpo y su vida por el mundo, por el bien de todos, yo de alguna manera imito eso donando una parte de mi cuerpo para la salvación o para ayudar a cinco personas. Obviamente no es lo mismo, pero es un tributo.

¿Cómo ha sido tu proceso de fe durante toda esta experiencia?

–De alguna manera sí que se ha profundizado, en el sentido de que obviamente para hacer este proceso yo no habría podido hacerlo solo. Las dudas que te invaden o los miedos... Y además, también, sobre todo para esclarecer los motivos. Yo me preguntaba cuáles eran verdaderamente mis motivos. Hay aquella frase de la Biblia, de los Proverbios: «Nada más engañoso que el corazón humano». ¿Lo estoy haciendo por sentirme bien, por reconocimiento, por admiración?

Todas estas dudas, que a veces pueden ser paralizantes, me han estimulado a una relación más profunda con el Señor, con Cristo, a ponerlo todo en sus manos y decir: mira, yo tengo la intención de hacer esto, si no ha de ser, que no sea. Es como profundizar la rendición, porque uno mismo, a veces, no puede con estas cosas por la carga de miedos, dudas, incertidumbres.

¿Tenías algún miedo antes de la donación?

–Sobre todo era la anestesia y el quirófano lo que más miedo me daba, y sobre todo lo noté la semana antes, cuando ya solo quedaba una semana para la operación y ya sabía la fecha. Entonces se hizo duro, se hizo cuesta arriba, porque claro, se acercaba el momento de perder el control y de ... dejarlo todo en manos de Dios.

¿Consideraste algún riesgo previo a la operación?

–Hay dos cosas que me decían. Obviamente, la primera es mi propia salud, que posiblemente soy más vulnerable ahora si pasa algo, pero es esa idea de la posibilidad del «y si». Ahora mismo no es una realidad. También hay ciertas garantías como que yo cada año tendré una revisión periódica para que todo esté yendo bien, y si alguna vez me pasa algo, tendré prioridad a la hora de recibir un trasplante.

El otro problema es si alguien de mi entorno necesita... ¿Qué pasa si mi madre, mis hijos hipotéticos necesitan y no puedo donarles? Pero esto de alguna manera traicionaría mi propia lógica de decir: yo creo que me gustaría vivir en un mundo donde si mis hijos necesitaran hubiera personas que hicieran este acto. Y no puedo yo retraerme de hacer este acto porque no confíe en que no habrá personas, porque si yo mismo me retraigo, no las habrá.

Es como un pez que se muerde la cola...

–Exacto. Si no, yo mismo seré el propio aniquilador de la realidad en la que quiero vivir, no contribuiré a la realidad de la que me gustaría formar parte.

¿Cómo reaccionaron tu familia y tus amigos?

–Mis amigos ya saben un poco cómo soy. Cuando se lo dije, de alguna manera había esta como... «Bueno, es Adrià haciendo de las suyas». Es el siguiente proyecto. Hay un conocimiento. Obviamente se quedaron en shock, pero no les venía de nuevo que hubiera decidido algo así de golpe. Obviamente se aseguraron de que tuviera las cosas claras y que estuviera bien informado, pero una vez hecho eso, me animaron.

Para mi familia sí que fue más intenso, porque hay una vinculación más íntima, una preocupación más íntima, pero también una vez se aseguraron de que estaba bien informado y lo sabía, entraron en el rol de acompañarme en el proceso.

¿Esperabas que tu donación tuviera el impacto que finalmente ha tenido, con las cinco personas?

–Yo sabía que sería una cadena, porque ya me lo dijeron, que cuando es un donante altruista se crea una cadena. No es que yo le donaré solo a una persona, pero no sabía ni el número ni nada. Cuando me lo dijeron fue una alegría, se concretó, y ya ha pasado con esta magnitud. Aún tiene más sentido, aún te da más gozo haber podido hacerlo.

¿Cómo viviste a nivel psicológico y médico el preoperatorio?

–En cierto sentido sí hubo agobio, pero nada que no fuera gestionable. Aunque ahora parezca paradójico, realmente soy una persona a la que no le gusta ir al médico. Soy una persona a la que le gusta cuidar su salud precisamente para evitar estar en el hospital. Entonces fue un poco un proceso también de confrontar eso. También me ha ayudado a sanar un poco la relación con el sistema sanitario, me he sentido bastante cuidado. Ha sido como decir: «caray, hay que confiar», y aún me sabe más mal cuando se recorta o cuando se merma la calidad del servicio, porque hay un potencial enorme en la organización de profesionales.

A nivel psicológico, sobre todo por el aferramiento a la fe. La última semana sí que fue dura. Tenía esta sensación, ya que hemos hablado de la fe, tenía esta visión de Abraham yendo a Moria a sacrificar a Isaac. Un poco entregarse a la incertidumbre de un sacrificio, de una entrega que será dura. Se hizo un poco cuesta arriba.

Pero también siempre me habían dicho los profesionales que yo era libre en cualquier momento, hasta el momento de la anestesia, que ya no sería libre porque básicamente no tenía consciencia. Podría decir que no, podría echarme atrás sin ningún tipo de consecuencia para mí. Eso también es bastante liberador y te deja solo contigo mismo, con tus propias decisiones.

Eres voluntario de Cáritas, licenciado en filosofía, y buscas trabajo de mediador de conflictos. Pareces tener una vocación de servicio muy marcada. ¿De qué manera hay conexión entre tu formación académica, tu vida espiritual y la acción social que realizas?

–La conexión es que las relaciones humanas son lo más valioso para mí, lo que encuentro más bello y a lo que me quiero dedicar. Yo creo que el reino de Dios es un reino de relaciones sanadas, de relaciones en las cuales el potencial de belleza y de unidad, de gozo que hay en las relaciones humanas están sanadas.

Es una pregunta que siempre ha marcado mi búsqueda, incluso antes de ser cristiano: ¿por qué las relaciones humanas están tan rotas? ¿Qué ha pasado? De alguna manera mi vocación, lo que siento llamado, es a sanar, a traer esperanza en las relaciones humanas, a intentar no rendirnos, a seguir confiando en este potencial y a trabajar para sacarlo a relucir, este potencial de la belleza de las relaciones humanas, de cuánto bien nos podemos hacer si nos amamos los unos a los otros.

Llama mucho la atención que digas que no hay mérito en ti. ¿Cómo puede no haber mérito en un donante de riñón joven y desconocido, dándole a un desconocido un riñón?

–Porque la inspiración no es mía, la inspiración es de otro. Aquí está el tema. Por decirlo así, yo soy la banda tributo. A mí nunca se me habría ocurrido esto, o nunca me lo habría podido hacer si no fuera por mi relación con Cristo, por su obra, su vida y su pasión. Es por este motivo que lo digo. Para mí de alguna manera ha sido un honor y un privilegio poder hacerlo, porque me permite vivir en coherencia y con apertura con lo que creo. Por eso digo que el mérito no está en mí.

Hablas también en otras entrevistas de que tú buscabas el amor y la verdad y has sido tú quien ha estado encontrado por este amor y esta verdad. ¿Cómo has experimentado este ser encontrado?

–Como una liberación enorme de muchas cosas. Yo llevaba años y años buscando, desde los 19 años o incluso antes, desde los 16 podríamos decir. Yo llevaba buscando la respuesta de qué es la verdad, qué es el amor, qué es el bien y el mal, cómo debemos vivir, cómo puedo dar sentido a mi vida. Y el mundo ofrece muchas respuestas. Yo he pasado años probando estas respuestas y probándolas, porque pensaba que yo tenía que encontrarlas.

Pero realmente la clave, la paradoja ha sido cuando he visto que no, que era la verdad y el amor los que me buscaban a mí. Que no soy yo el que provee las respuestas, sino que tú eres encontrado por él, por el Señor. Y ha sido una liberación de acabar una búsqueda muy profunda que de alguna manera acaba al principio. Acaba diciendo: yo no sé nada, en el fondo no he conocido nada, y ahora que lo sé, ahora puedo acoger lo que me quiera ser dado. No lo que yo quiera buscar o lo que yo construya.

Por último, ¿qué le dirías a alguien que desde su fe cristiana se pregunta cómo puede expresar mejor el amor de Cristo en su vida cotidiana?

–La respuesta creo que es una de las perlas que he podido conocer caminando con Jesús: que donde reside verdaderamente el potencial de amor y de generosidad está en las pequeñas obras que tenemos al alcance. No hace falta que sean grandes cosas. Yo sé que mi gesto puede ser un poco rimbombante, un poco intenso, pero no es eso. No está aquí la cosa.

Está en las pequeñas cosas, en las relaciones que tenemos a diario, con nuestro prójimo, con lo que tenemos al alcance. No hace falta hacer grandes cosas, sino mirar nuestro entorno y ver en qué podemos contribuir mínimamente, en los gestos diarios de amor y generosidad hacia el otro. Esto es lo que verdaderamente tiene potencial para frenar el mal.

Y añado, yo contrasto, porque durante muchos años también mi búsqueda iba en que para confrontar el mal hacía falta un gran poder, hacía falta ser poderoso. Pero no es eso. No va por ahí. Y esto es liberador también. Y a la vez es potente, porque es aquí donde reside verdaderamente la fuerza.

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