
Jardín Japonés de Palermo (Buenos Aires).
El increíble Jardín Japonés de Buenos Aires: paz oriental en el barrio donde nació Javier Milei
Construido en 1967 con ocasión de la visita del entonces príncipe heredero de Japón, Akihito, y de su esposa, Michiko, se trata del jardín de estilo japonés más grande que existe fuera del país nipón
La capital de Argentina es una de las urbes más vibrantes de América y del mundo. En su estilo de vida cosmopolita y en sus barrios se mezclan las culturas española, francesa, italiana y británica con la hispanoamericana. Lo que no se conoce mucho de la capital mundial del tango es que en su barrio de Palermo guarda uno de los lugares más sorprendentes relacionados con otra cultura, el Jardín Japonés de Buenos Aires, el más grande de este estilo fuera del País del Sol Naciente.
El Jardín Japonés de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires es un lugar mágico en el que pasear rodeado de paz y armonía
Rodeado por los bosques de Palermo, el Jardín Japonés es un rincón de Buenos Aires que enamora y sorprende. Fue construido en el año 1967 con ocasión de la visita a la capital argentina del entonces príncipe heredero al Trono Imperial de Japón, Akihito, junto a su esposa, la princesa consorte Michiko. En esa visita Akihito expresó este deseo: «Me sentiré sumamente complacido si una visita nuestra, aunque sea de corta duración, nos permite servir de puente [entre Japón y Argentina] para un más estrecho vínculo...». Más de medio siglo después se puede decir que el deseo de Akihito se cumplió al ver hoy el Jardín Japonés en Buenos Aires como expresión viviente y material de ese vínculo.
Iniciativa de la comunidad japonesa

El jardín tiene dos hectáreas y media de superficie.
Para muchos, el Jardín Japonés de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires es un lugar mágico en el que pasear rodeado de paz y armonía arropado por bonsáis, azaleas, kokedamas, orquídeas y faroles de cemento. La tranquilidad que transmite y su riqueza natural y botánica contrasta con el bullicio de la gran ciudad que lo alberga, haciendo que los visitantes se olviden de lo cotidiano y se dispongan para una experiencia hacia un camino interior.

Su riqueza natural y botánica contrasta con el bullicio de la gran ciudad.
La creación del Jardín Japonés fue una iniciativa de la comunidad japonesa que residía en Buenos Aires en el año 1967 al enterarse de la cercana visita de sus príncipes, la primera vez que un miembro de la familia imperial nipona visitaba el país de los gauchos. Y con esfuerzo y dedicación lograron, en tan sólo 50 días, juntar fondos suficientes para crear una belleza única e inigualable en su ciudad de acogida.
Lugar sagrado

Puente del Jardín Japonés de Buenos Aires.
Tomando como modelo el Jardín Zen, en 1977 este parque fue rediseñado bajo la dirección del ingeniero paisajista Yasuo Inomata. Además de flores y plantas, en este espacio natural hay un centro cultural, un restaurante de cocina japonesa, un vivero donde se pueden comprar plantas y bonsáis, y una tienda con artesanías japonesas. El jardín tiene también un Chashitsu (casa de té), espacio construido para llevar a cabo la tradicional ceremonia del té y decorado en su interior con elementos tradicionales importados desde Japón.
El contraste no puede ser mayor: a un costado, el hormigón porteño; al otro, un remanso que invita a caminar en silencio

El aforo al Jardín Japonés está limitado y la entrada es de pago.
Con dos hectáreas y media de superficie, el Jardín Japonés porteño está a un puñado de cuadras del rugido de la avenida Libertador y de las parrillas que perfuman el barrio de Palermo. Un torii bermellón, la puerta tradicional japonesa que marca la entrada a un lugar sagrado, hace las veces de frontera entre dos mundos, y al traspasarlo la vista se asombra con lagos habitados por carpas koi, puentes de madera lacada (el Taikobashi es el más fotografiado), linternas de piedra, delicados cerezos que estallan en rosa cada primavera austral y una Isla de los Bonsáis con ejemplares que superan el medio siglo de vida. El contraste no puede ser mayor: a un costado, el hormigón porteño; al otro, un remanso que invita a caminar en silencio. Como curiosidad, el actual presidente argentino, Javier Milei, nació en este mismo barrio en 1970.

Un «torii» bermellón marca la entrada al jardín.
El diseño del jardín sigue asimismo los principios del paisajismo kaiyū shiki, que propone un recorrido circular salpicado de islas simbólicas: la del Sol, la de la Luna y la de los Puentes. Cada curva descubre un cuadro: pinos podados con mimo, faroles de piedra tōrō y arces que en otoño se incendian de escarlata. Desde 1989 lo gestiona la Fundación Cultural Argentino Japonesa, que financia el mantenimiento con talleres, exposiciones y una discreta entrada.
Cuándo visitarlo

Plano del Jardín Japonés de Buenos Aires.
El mejor momento para visitar el Jardín Japonés de Buenos Aires llega a finales de septiembre, cuando los sakura (cerezos) se abren y el hanami, la tradición japonesa de observar la belleza de las flores, convoca a parejas, fotógrafos y familias con mantas de picnic y termos de mate. En abril, un segundo pico coincide con el matsuri (fiesta) de otoño: hay danzas, tambores taiko, degustaciones de ramen y desfiles de cosplay, un choque amable de tradición y cultura pop. El acceso al Jardín Japonés es de pago (poco más de un euro) y está controlado y limitado, por lo que se recomienda comprar la entrada on line sobre todo para fines de semana y festivos.