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Cosas que pasanAlfonso Ussía

La tienda

El partido clientelar y de ultraderecha en Cataluña es el que se mueve en torno al forajido fugado. Ni Vox, y menos aún el PP, son más de derechas que «Junts» y el PNV

Actualizada 01:30

«Josep» Pla, el genial escritor catalán castigado al olvido por los nacionalistas, afirmó hace cincuenta años, en el Libro de Salvador Pániker «Conversaciones en Cataluña», que el patrioterismo de su región respondía a una mezcla de arrogancia y complejo de inferioridad. «Cataluña es la tienda, somos tenderos, y se me antoja imposible que la gran tienda pierda a su mejor cliente, que es el resto de España». En la actualidad, Cataluña sigue siendo una magnífica tienda, pero los tenderos están preocupados porque muchos de sus antiguos y generosos clientes, ya disfrutan en sus provincias de los productos y el empuje comercial que antaño formaban parte esencial de su clientela. El nacionalismo vasco es otra cosa. El vasco, le guste o no, es más español que un retrato de Romero de Torres o una verónica de Morante de la Puebla. Un español, por otra parte invidente o con máculas en los ojos, empeñado en crear una nación inventada por un racista pichafloja y un partido clientelar de ultraderecha.

El partido clientelar y de ultraderecha en Cataluña es el que se mueve en torno al forajido fugado. Ni Vox, y menos aún el PP, son más de derechas que Junts y el PNV.

El fracaso de los idiomas locales se ha visto reflejado, con desánimo, por sus promotores. Los jóvenes vascos usan para entenderse el español, y en Cataluña sucede algo parecido. Con independencia de los motivos que les han llevado a los separatismos, y muy por encima de ellos, está el instrumento comercial. Un idioma de tan corto recorrido como el vascuence y otro que es superado por el guaraní, chocan con la gran vocación industrial y comercial de sus respectivos territorios, que venden y compran en español, con seiscientos millones de hispanohablantes. Se dice —el que firma, el primero—, que tanto el vascuence como el catalán (dialecto del valenciano) no tienen ni fuerza ni poder para imponerse. Pero miles de millones de euros han volado hacia esa tontería sin contar los que han aterrizado en maletines y bolsillos particulares. Pero son más intoxicados que separatistas. El partido traidor por excelencia a España, ha sido el PSOE, y la última versión del PSOE, el sanchismo, es un chanchullo, una macedonia, una ensalada de desfachatez imposible de superar.

Leo que Sánchez y Puigdemont han pactado un refrendo ilegal para conseguir la independencia de Cataluña. Tendrían que saber uno y otro que sólo un refrendo nacional en el puedan votar todos los sujetos constituyentes sería válido. El error de los separatistas. Un refrendo en Cataluña, sería una deblacle para los acosadores y profesionales partidos independentistas.

Si existe —que no existe—, una posibilidad de vencer en un refrendo de independencia, sería desde la legalidad. Si todos los españoles pueden hacer uso de su voluntad y su voto, la independencia puede vencer gracias a los votos del resto de España. Porque estamos muy hartos de groserías, desprecios, insultos, coacciones, chantajes, tratos preferenciales y demás desaires. El País Vasco es diferente. Asesinaron, entre Zapatero y Sánchez blanquearon a los terroristas, y el PNV amaga pero no arrea. Son separatistas de pega. Ya lo dijo el predicador más inteligente del PNV. ¿Independencia para qué? ¿Para plantar berzas? Se llamaba Javier Arzalluz, capellán de la embajada de España en Bonn, y oficiante entusiasta de la Fiesta Nacional del 18 de julio, el día de la paga extraordinaria que nadie rehusó percibir.

Si de verdad, que no me lo creo, la mayoría de los catalanes desean la independencia, promuevan un refrendo nacional. Se pueden llevar un susto. Y el susto sería morrocotudo.

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