La festividad del Corpus Christi tiene su origen en un hecho conocido como el «milagro de Bolsena», ocurrido en 1263. Un sacerdote que viajaba hacia Roma se detuvo en esta localidad italiana para celebrar misa. Afligido por dudas sobre la presencia real de Cristo en la Eucaristía, pidió a Dios una señal. Durante la consagración, de forma inesperada, la hostia comenzó a emanar gotas de sangre que mancharon el corporal —la tela litúrgica que cubre el altar—, el cual fue llevado a Orvieto, donde se conserva en la catedral de esa ciudad.