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Winterbourne View

Hospital privado de Winterbourne ViewChallenging Behaviour Foundation

El horror de las personas con discapacidad en Reino Unido: «Se les interna en hospitales psiquiátricos»

La situación de Kasibba empezó a sonar en 2013, cuando la doctora Patsie Staite se enteró de su encarcelamiento en una de sus consultas rutinarias

Con autismo y encerrada con siete años en un psiquiátrico. Esto es lo que ha vivido Kasibba –nombre ficticio–, en los últimos 45 años de su vida. La mujer, que podría ser originaria de Sierra Leona, adelanta la BBC, no habla y no tiene familiares, por lo que no existe nadie que pueda defenderla. A pesar de ello, hay expertos sanitarios que se vuelcan en su caso. Uno de ellos, cuyo nombre no ha trascendido, inició una batalla hace nueve años para liberarla. Desgraciadamente, este no es el único caso. Más de 2.000 personas autistas y con discapacidades intelectuales están internas en hospitales psiquiátricos, entre ellas unos 200 niños.

Durante la investigación, el Departamento de Salud y Asistencia Social dijo a la BBC que era «inaceptable» que tantas personas discapacitadas todavía estuvieran detenidas e internas en hospitales de salud mental. Asimismo, las autoridades señalaron la necesidad de reformas en la Ley de Salud Mental para evitar detenciones inapropiadas. Durante años, el Gobierno ha prometido sacarlos de los centros y trasladarlos a centros de atención comunitaria, ya que no padecen ningún problema de salud mental. Sin embargo, se les sigue internando en «centros psiquiátricos».

La promesa del Ejecutivo se dio en 2011, cuando la BBC mostró al público un caso que no pasó desapercibido para los ciudadanos: el hospital privado Winterbourne View, cerca de Bristol, abusaba y maltrataba a personas con discapacidad de aprendizaje.

A pesar del plan, «cientos de personas siguen languideciendo, detenidas, que deberían haber sido liberadas y recibir apoyo en la comunidad, porque no hemos visto el progreso que se prometió», denuncia al canal Dan Scorer, responsable de política y asuntos públicos de la organización benéfica Mencap.

El caso de Kasibba

La situación de Kasibba empezó a sonar en 2013, cuando la doctora Patsie Staite se enteró de su encarcelamiento en una de sus consultas rutinarias. La psicóloga clínica afirma a la BBC que nunca había visto «a nadie viviendo en la situación en la que ella vivía. Y creo que lo que realmente me impactó fue que todo estaba legitimado». Además, afirma que todo era premeditado, ya que estaba encerrada «a veces más de 23 horas al día».

Se cree que la mujer de Sierra Leona y que ahora tiene más de 50 años, fue víctima de trata de personas antes de cumplir cinco años. A los siete, la que era una niña fue trasladada a un hospital de larga estancia, donde toda su historia comenzó.

A los 19 años, ocurrió algo que la señalaría de por vida. Un día en el centro sonó una alarma de incendios. Como es habitual en estos casos, los trabajadores comenzaron a evacuar a los internos. Kasibba, que tiene autismo, se asustó y arañó en el ojo a otra paciente. Desde ese momento, empezó a ser vista como una mujer «peligrosa» y «asesina». «Así es como se habló del incidente desde entonces: 'Es una mujer que saca los ojos y le causó mucho daño a otra persona'», recuerda la doctora Staite al canal.

Ante esta injusticia, la psicóloga clínica elaboró un informe de más de 50 hojas que presentó al Ayuntamiento de Cadmen. En el informe, explicaba que la paciente era un «persona normal», por lo que podía vivir en comunidad junto al resto de personas. Años más tarde, en 2016, creó un equipo de profesionales sanitarios y sociales llamado «el comité de la fuga», cuya misión era liberar a Kasibba.

Tras mucha lucha, Lucy Dunstan, miembro de la organización de derechos de las personas con discapacidad Changing Our Lives, fue nombrada defensora de la paciente para que esta saliera lo antes posible del hospital. La aprobación de su «puesta en libertad», solo podía ser aprobada por el Tribunal de Protección, institución que decide el futuro de las personas incapaces de tomar sus propias decisiones.

Seis años después, Dunstan recibió la llamada que cambiaría el futuro de Kasibba: podía abandonar el centro y comenzar una nueva vida. «Lloré. Alegría. Alivio. Admiración por ella. Orgullo», asevera a la BBC. Ahora la expaciente vive en la comunidad con la ayuda de trabajadores de apoyo, que interactúan con ella y se comunican con ella mediante toques suaves, gestos y un lenguaje claro.

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