(I-D) Ramón Pérez-Maura, Emilia Landaluce, Teresa de Borbón-Dos Sicilias y Borbón-Parma, Carmen Basarán y Jaime Racionero Cots

(I-D) Ramón Pérez-Maura, Emilia Landaluce, Teresa de Borbón-Dos Sicilias y Borbón-Parma, Carmen Basarán y Jaime Racionero CotsEl Debate

El Real Club de Monteros, el gran refugio de la caza, reparte gloria a Emilia Landaluce y Jaime Racionero Cots

El acto también sirvió para conmemorar los 65 años de existencia del club fundado por iniciativa de Jaime de Foxá, del conde de Yebes, del marqués de Valdueza y por un grupo de insignes cazadores

El «Venare non est occidere», 'Cazar no es matar', que da lema al Real Club de Monteros (RCM), se ejemplificó más que nunca durante la entrega de los prestigiosos premios Jaime de Foxá de periodismo venatorio y a la Personalidad Venatoria.

El evento celebrado en la sede social del Club de Tiro Cantoblanco exhibió todo aquello que significa la caza más allá del mero disparo que da muerte al trofeo.

Amistad, compañerismo, educación, respeto por el animal y el medio, conocimiento y, en definitiva, pasión por la tierra, el campo y sus riquezas, empaparon una fiesta en la que Emilia Landaluce Galván, premio Jaime de Foxá de periodismo venatorio, y Jaime Racionero Cots, premio a la Personalidad Venatoria, fueron galardonados en el año en el que el Real Club de Monteros celebra su 65 aniversario.

Los tiros acompasaban un aperitivo de bienvenida en el que los monteros transmitían su alegría por compartir un año más un espacio en el que la montería, tal y como apuntó posteriormente en su discurso la presidente del club Carmen Basarán, emerge como «una manifestación de la cultura hispana que hay que cuidar, conservar y proteger».

La propia Carmen Basarán, Juan Treviño Zunzunegui, miembro de la Junta Directiva del Real Club de Monteros, José Luis López-Schümmer, presidente de la Fundación Artemisan, y César Fernández de la Peña, socio de honor del RCM, hicieron de maestros de ceremonias.

De una vichysoisse fina y sedosa a una tarta de manzana exquisita, pasando por el lomo de gamo a la parrilla con una salsa de Oporto y parmentier de patatas cumbre, todo ello maridado con los excelentes crianza y macabeo de Casa del Águila, patrocinador de la gala. Las copas se alzaban al son de «Viva España y Viva el Rey», siempre con el protocolario y afectuoso saludo a Su Alteza Real, Doña Teresa de Borbón-Dos Sicilias y Borbón-Parma, y al presidente de honor del RCM, excelentísimo marqués de Laserna, Íñigo Moreno de Arteaga.

Los emotivos discursos de López-Schümmer y Ramón Pérez-Maura, presidente del Jurado, precedieron las condecoraciones de Racionero Cots y Landaluce, cuyo entusiasmo se colaba entre sus hipnotizantes relatos sobre su relación con la cinegética.

«En la vida cinegética, como en la vida misma, hay quienes brillan con luz propia y quien elige ser faro sin buscar los aplausos. Hoy premiamos a uno de esos últimos, un montero que ha vivido la caza con pasión, con entrega sobria y renunciando en muchas ocasiones al confort, la rutina e incluso la estabilidad por la pasión a la caza», iniciaba el presidente de la Fundación Artemisan sobre Jaime Racionero Cots, «que como buen cazador y montero prefiere el rugido del monte y la soledad de las cumbres al ruido (...) Prefiere observar antes que hablar, caminar antes que posar», elogiaba López-Schümmer, que citó el admirable currículum cinegético de la Personalidad Venatoria 2024 del RCM: cientos de animales de montaña cazados en abierto y en solitario, 256 especies de caza mayor distintas y 53 carneros y cabras diferentes en el mundo.

Belén Pinilla entrega el premio a la Personalidad Venatoria a Jaime Racionerto Cots

Belén Pinilla entrega el premio a la Personalidad Venatoria a Jaime Racionerto CotsEl Debate

El recuerdo de las primeras jornadas de caza de Jaime Racionero Cots inauguraron su alocución, en la que el cazador –que emplea más de 200 días al año a ejercer la práctica de la cinegética– insistió en que montear es mucho más que cazar. «Mi vida como cazador siempre ha estado muy unida a la montería. Siempre me refiero a la montería cuando me preguntan qué me apasiona más. Reúne una serie de cosas que la hacen única. Abarca caza y amistad en mayúsculas. Ese ritual, esas migas, el rezo por la mañana con ese ¡Viva la Virgen de la Cabeza, viva España y viva el Rey!», destacó el premiado.

Pérez-Maura, director de Opinión de El Debate y responsable de su canal de Campo y Caza, llevó a los presentes a los primeros escarceos de Emilia Landaluce con la caza, educada en Madrid pero crecida en el campo, entre Castilla-La Mancha y Cádiz, con la caza. «Mató su primer conejo a los 5 años y la primera perdiz, a peón, un poco después. Para matar una perdiz volando tuvo que pasar algunos años tirando palomas con una escopetita del 410, la misma con la que mataría, pero con bala, su primer venado en montería», apuntó el también presidente del Jurado, que detalló cuando la pequeña Emilia se sorprendió más del tiro en el cuello que la propia res: «Aunque tampoco tenemos el testimonio de la res».

(I-D) Emilia Landaluce junto a Teresa de Borbón-Dos Sicilias y Borbón-Parma

(I-D) Emilia Landaluce junto a Teresa de Borbón-Dos Sicilias y Borbón-ParmaEl Debate

Discurso íntegro de Ramón-Pérez Maura

Emilia Landaluce se educó en Madrid, pero creció en el campo, entre Castilla-La Mancha y Cádiz. Mató su primer conejo a los 5 años y la primera perdiz, a peón, un poco después. Para matar una perdiz volando tuvo que pasar algunos años tirando palomas con una escopetita del 410, la misma con la que mataría, pero con bala, su primer venado en montería. Iba con su madre y le pegó un tiro en cuello que me cuenta que le sorprendió más a ella misma que a la res. Aunque tampoco tenemos el testimonio de la res. Desde entonces ha ido a muchas monterías porque a su padre, espero que no me contradiga, le hacía más gracia que tirara bien su hija a que lo hicieran sus tres hijos, que ya lo hacían muy bien.

Creo que Emilia ha aprendido muchas cosas del campo, de la caza, que le sirven para la vida. Seguramente una de ellas es que las segundas oportunidades no suelen llegar, pero también la importancia del hombre en la mejora del medio ambiente. Y que ese dicho con en el replicaba en el colegio a los que se metían con ella, el de que «el mejor ecologista es cazador», su padre, Francisco Landaluce, les enseñó lo importante y noble que podía ser la gestión del campo. Luego en el mundo, en la prensa, se dio cuenta de cómo la caza era mal percibida por el público porque pocos sabían transmitir la importancia de la gestión para el bienestar, esto es en su ser natural, del animal.

Emilia y yo nos conocimos, poco, en el breve periodo en que ella pasó por ABC. Y creo que los dos sentimos hoy que entonces no congeniáramos un poco más. Hace unas semanas, con motivo de este premio, ella me decía que quizá su carrera hubiera seguido una senda diferente si entonces hubiéramos hablado más.

Yo no quiero hablar ahora de la felicidad que espero que sienta Emilia por este premio. Lo que quiero resaltar es lo positivo que es para el premio, cuyo jurado tengo el honor de presidir desde 2017, unir el nombre de Emilia Landaluce al de grandes autores que han publicado habitualmente en Prensa y defienden la dignidad de la caza, como es el caso de Miguel Delibes, Alfonso Ussía, Raúl del Pozo, Chani Pérez Henares, Mónica Fernández Aceytuno, Íñigo Laserna, Tico Medina, Arturo Pérez Reverte, Lolo de Juan o Luis Ventoso, entre muchos otros. Hoy sumamos, para honor de este premio, el nombre de Emilia Landaluce. Mi más cordial enhorabuena.

La premiada, entrevistada recientemente por este diario con motivo del galardón, centró su agradecimiento a su familia, donde el amor por la caza y la conservación no es una opción. «He nombrado a mi familia porque siempre me pregunto si yo habría defendido la caza de no haber crecido en la familia en la que crecí», indicó Landaluce, que puso en valor la caza como tradición, su número de aficionados y su poder como herramienta ecologistas. «A un jabalí, a un venado, hay que respetarlo desde el inicio de su vida, permitiendo que viva como debe vivir cualquier animal: en libertad. Y también en la muerte», aseveró.

La esencia de columnista de Landaluce salpicó el salón del Club de Tiro de Cantoblanco, con referencias a los escándalos de corrupción que zarandean al Gobierno y concluyendo con una cita de una de las firmas más ilustres del El Debate, Alfonso Ussía: «Uno de mis predecesores, mi admirado Alfonso Ussía, siempre decía que los cazadores son cursis cuando escriben de caza. No quería ser yo una más. Muchas gracias a todos».

Discurso íntegro de Emilia Landaluce

Muchas gracias, Ramón, por tus palabras.
Me hace mucha ilusión que hayas nombrado a mi padre, a mi madre, a mi familia.
Por supuesto, me gustaría hablar también de mi hermano Ignacio, que me llevaba de pequeñita con él al puesto y que ha sabido adecuar la gestión natural de las fincas a la legislación actual, con excelentes resultados; y de Martín, mi aliado en tantas cosas y que hoy no ha podido venir, pero que me llevó a matar un corzo después de aquel accidente tan tonto que casi me cuesta la vida. También de Paco, por supuesto, que es el tío que mejor tira con bala de España.
No quería olvidarme de mi abuelo, Don Francisco, al que traté poco, pero al que recuerdo con su camisa de camuflaje yendo a las palomas.
He nombrado a mi familia porque siempre me pregunto si yo habría defendido la caza de no haber crecido en la familia en la que crecí.
Hoy se entrega otro premio muy importante: el Premio Andalucía de Medio Ambiente a la Caza Sostenible, que ha recaído en la Sociedad de Cazadores de Almargen.
Se les ha concedido por la mejora del hábitat, la recuperación de especies y, en particular, la recuperación de la perdiz roja autóctona.
La caza, como los toros, está en peligro en el mundo moderno, aunque en las redes veamos a tantos chicos jóvenes en monterías.
La caza es una tradición, la más ancestral junto al puterío —que, como veis estos días, sigue estando de moda. Y, como también veis, no todas las tradiciones son bien vistas.
La caza es una actividad muy antigua que se enfrenta a un mundo moderno. Y tiene dos armas para combatir esa amenaza y preservarse:
En primer lugar, el número de aficionados. Aunque aún son muchos, ha ido disminuyendo.
Creo que se debe al abandono de los cotos tradicionales, lo que ha hecho desaparecer a los conejos, las liebres, la caza menor… Los cazadores suelen iniciarse con los conejos, en sus pueblos. Es lo más barato. No todo el mundo puede permitirse la caza mayor.
La segunda arma es la ecología, entendida desde la conservación y el respeto por el animal. A un jabalí, a un venado, hay que respetarlo desde el inicio de su vida, permitiendo que viva como debe vivir cualquier animal: en libertad. Y también en la muerte.
Cito a Ortega: «La caza no es sólo búsqueda: es espera, incertidumbre y deseo. No se trata de conseguir la presa, sino de habitar el momento previo, ese espacio suspendido entre la intención y el deseo.»
Y eso es una finca de caza, un coto guardado. En la actualidad, la mayor concentración de linces se da en fincas de caza. ¿Se les ocurre mejor defensa ante los ecologistas? Por favor, evitemos que la caza se convierta en el punto débil de los cazadores.
Vuelvo al principio, como hacemos los periodistas. Creo que una caza así la entiende hasta quien no es de mi familia, hasta quien no es cazador.
Los valores de la caza pueden ser modernos y adecuados al siglo XXI. Es necesario.
Los jabalíes están declarados en Francia como una plaga —qué nombre más feo. En 2022 se produjeron 35.661 siniestros en los que estuvieron implicados animales. Pero plaga es un nombre feo para un jabalí. Un solitario, como el de Jaime de Foxá. O para un venado.
Uno de mis predecesores, mi admirado Alfonso Ussía, siempre decía que los cazadores son cursis cuando escriben de caza. No quería ser yo una más. Muchas gracias a todos.

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