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Cubierta de 'La ira de los humillados'

Detalle de cubierta de 'La ira de los humillados'Tusquets

‘La ira de los humillados’: El comisario Jaritos y el crimen en un campus universitario

La nueva entrega de la serie policial de Márkaris aborda el conflicto entre las ciencias y las letras y la perversa dinámica que convierte a las víctimas en nuevos verdugos

Es difícil hacerse con un nombre dentro de las novelas policiacas, aunque hay que decir, en honor a la verdad, que las escritas por Petros Márkaris no desmerecen el género. Cierto es que, en comparación con muchos y egregios nombres, desde Chesterton hasta Chandler, no hay esa inteligencia en el panorama de la ficción contemporánea, ni se alcanzan las cotas literarias de aquellos. Los que hoy se introducen en el campo del thriller están más cómodos regodeándose en la descripción de mundos sórdidos y chapoteando en los albañales del crimen que en aplicar a la resolución de un caso, por ejemplo, la sagacidad y las buenas maneras con que un ajedrecista consigue un jaque mate definitivo.

Cubierta de 'La ira de los humillados'

Traducción de Ersi Marina Samará Spiliotopulu Tusquets (2025). 280 páginas

La ira de los humillados

Petros Márkaris

Márkaris no es un clásico, pero, como ellos, se esfuerza por esquivar lo siniestro, lo cual se agradece. Tampoco sobresale por su calidad literaria, pero divierte. De su inventiva ha salido un comisario griego ya maduro, con mucho sentido común, pero que no tiene madera de héroe: Kostas Jaritos.

Tusquets ha publicado ya una buena decena de novelas protagonizadas por este último; la última, La ira de los humillados, tiene bastante interés, no tanto porque –de nuevo– la fórmula policial funciona perfectamente y hace posible pasar un rato agradable, sino porque plantea un tema de fondo muy importante.

Si es verosímil o no que un nuevo plan de estudios, urdido para orillar aún más a las humanidades, sea motivo suficiente para segar la vida de alguien, tendrá que juzgarlo el que abra las páginas de esta novela breve y no demasiado intensa. Pero, sin llegar a la incitación criminal, uno tiende a pensar que cualquier letraherido estará de acuerdo en la necesidad de que la cultura gane la batalla contra los pelotones del utilitarismo.

En esta nueva entrega, al comisario le sorprende el cadáver de un profesor de matemáticas, bastante impopular por tratar con desgana a los estudiantes. La noticia del asesinato coincide con protestas en la universidad de Atenas, con el tráfico siempre infernal de la ciudad y la publicación de un comunicado en el que un grupo de criminales reivindica el crimen, al tiempo que lo justifica por la orientación economicista tomada en los últimos tiempos por los estudios superiores. A ese asesinato se añadirá uno más, el de un burócrata del Ministerio de Educación heleno encargado de la reforma del currículum, y otro, esta vez frustrado, contra un directivo empresarial.

Pero ¿qué tiene que ver todo esto con la persona del Markaris? ¿Qué implicación podría tener, más allá de servirse de la trama policiaca para denunciar la situación de los estudios humanísticos? Hay que saber que Markaris estudió empresariales, antes de dedicarse intensamente a traducir a los grandes de la historia de la literatura alemana. Eso significa que conoce los dos flancos de la pugna y que tiene en la cabeza no a quien honestamente busca el beneficio, sino al que lo hace arteramente, incluso traspasando los límites de la legalidad. ¿Acaso no son los criminales que defienden las humanidades los menos humanos del relato?

Hay otro asunto que la novela pone sobre el tapete: el bullying. Mientras se desvelan los motivos de los asesinatos y el comisario Jaritos va a la zaga de los culpables, con la ayuda de su asistente Antigoni, se pone de manifiesto tanto la tragedia de las intimidaciones y los abusos en el aula contra los más indefensos, como la siniestra dinámica que transforma a las víctimas en victimarios.

Esta última novela, con todo, no es en la que más se ahonda en el contexto social de la Grecia contemporánea ni tampoco en la que mejor o más detalladamente se refleja la vida del comisario Jaritos, aunque sí aparece –como es ya tradicional– su ámbito familiar y su inveterada costumbre de consultar, llegada la noche, los diccionarios. Curioso hábito, propia de un hombre que busca el conocimiento y respeta la palabra.

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