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Mirian Izquierdo

¿Potencia energética o país desarraigado?

Por qué España no puede permitirse una transición ecológica sin alma

Actualizada 04:30

España está en una encrucijada. Mientras los organismos internacionales, las grandes empresas y sectores institucionales impulsan una transformación acelerada hacia un modelo energético verde, los cimientos tradicionales del país —el campo, el paisaje, la cultura agraria— se desmoronan en silencio. Se habla de futuro sostenible, de energías limpias, de liderazgo en hidrógeno verde o parques solares infinitos. Pero, ¿a qué precio? ¿Qué sentido tiene convertirnos en una potencia energética a costa de sacrificar aquello que da sentido, identidad y sustento a millones de españoles?

1. La paradoja energética: ¿destruir el campo y nuestra identidad para salvar el planeta?

El documento de posicionamiento de AmChamSpain (Cámara de Comercio Americana en España), entre otros de think-tanks e instituciones varias, presenta una hoja de ruta ambiciosa: transformar a España en el gran exportador de energía renovable de Europa. Se proyectan 214 GW de capacidad instalada en 2030, con el 81 % procedente de fuentes renovables. Pero este entusiasmo tecnocrático pasa por alto un detalle esencial: se está arrasando el sector primario, y ni siquiera estamos seguros del coste total para lograrlo, hoy ya conocido los efectos de un primer apagón.

Olivos centenarios arrancados, tierras fértiles convertidas en campos de placas solares o parques eólicos que transforman ecosistemas enteros en desiertos industriales. Todo esto ocurre mientras España ya es líder mundial en turismo gastronómico, aceite de oliva, vinos y encurtidos. ¿Por qué ocupar suelos agrícolas productivos cuando hay millones de hectáreas de terreno baldío disponibles? ¿Por qué no respetar los árboles que tardaron siglos en crecer? La rentabilidad energética parece haberse impuesto a cualquier lógica ambiental, económica de sectores con menos lobby que el energético o cultural.

2. Una transición mal gestionada y al servicio de los intereses de otros?

Se calcula que miles de aves protegidas mueren cada año en parques eólicos, víctimas invisibles de una política que presume de sostenibilidad mientras devasta hábitats enteros. Esta «deforestación espejo», con miles de hectáreas convertidas en infraestructuras energéticas, no sólo afecta al clima, sino también a la biodiversidad, al turismo en breve, en particular, al gastronómico y a la economía rural.

Las ayudas públicas a empresas españolas para la fabricación de placas solares, que en su momento superaron los cientos de millones, se han evaporado. Hoy, el 90 % de estos equipos vienen de China, en una Europa desinteresada hoy en defender para lo que nació: la protección de sus industria, su idiosincrasia, sus valores y sobre todo, la democracia. La dependencia tecnológica se ha trasladado de los combustibles fósiles a las fábricas asiáticas. ¿Qué clase de soberanía energética es esta?

3. El silencio de las instituciones y la falta de pensamiento crítico, ¿a qué obedecen?

Resulta inquietante la falta de oposición por parte de las instituciones, de las organizaciones empresariales y de los medios. La Cámara de Comercio Americana habla de convertirnos en «potencia energética», pero no menciona los valores que estamos dejando atrás: el arraigo, el equilibrio territorial, la vida animal, la economía circular real, la cultura agrícola. Cada día alguien habla de economía circular y sostenibilidad, pero nadie menciona la raíz de la verdadera sostenibilidad, los valores, la ética, la cultura, nuestra idiosincrasia, paisajes y sobre todo, nuestra democracia.

Frente a este pensamiento único disfrazado de progreso, ¿qué dirían los estoicos? Séneca, Epicteto, Marco Aurelio: pensadores que defendían la virtud como criterio rector de la acción. Hubieran exigido una política basada en la razón, la templanza, el respeto a lo esencial. Una transición sin alma, ni ética es simplemente otro tipo de decadencia. Como diría Séneca, «no hay viento favorable para quien no sabe a dónde va». Quo vadis mi querida España, esa España mía, esa España nuestra.

España no necesita priorizar convertirse en una batería al servicio de otros países a cualquier coste. Esto sí que es una herencia para las nuevas generaciones de la que nadie habla y cuyo coste nadie está calculando. Necesita un modelo de desarrollo que respete su paisaje, potencie su campo, honre su historia y garantice su futuro. Es hora de trazar una hoja de ruta propia, que combine la innovación con la protección del territorio, que reindustrialice sin desertificar, que genere energía sin matar aves, no defendidas por ningún ecologista, que cultive el pensamiento crítico en las nuevas generaciones y que no convierta ni cepas, ni regadío, ni los olivos en víctimas de un algoritmo energético.

Reclamamos una nueva visión de país. Una que no sacrifique lo esencial en nombre de lo rentable. Una que defienda con firmeza el equilibrio entre progreso y tradición. Una que entienda que lo sostenible no puede ser sinónimo de lo devastador. Es tiempo de despertar, de hablar, de actuar en nuestra propia defensa, de nuestro campo, de nuestra historia y de nuestro legado e identidad.

Mirian Izquierdo es doctora en Economía, exfuncionaria de la Comisión Europea, autora de La Unión Europea en manos de las empresas y La Unión Europea en manos de las entidades locales y territoriales, presidenta de la Fundación Woman Forward, CEO de Comerciando Global y Chair de Vistage España.

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