
El Canal de Castilla nace en Alar del Rey (Palencia)
El megaproyecto de ingeniería español del siglo XVIII que fue un fracaso
Concebido como un proyecto faraónico que sacaría a España de su retraso económico, agotó las arcas reales y apenas fue eficiente durante una década
Todos están de acuerdo en algo: fue una imponente obra de ingeniería hidráulica; la más importante del siglo XVIII y parte del XIX. Pero el Canal de Castilla, inaugurado en 1849, se topó inmediatamente con un inesperado competidor: el ferrocarril.
Sus 207 kilómetros de longitud recorren, en forme de Y invertida, parte de las provincias de Burgos, Palencia y Valladolid, y tenía una función clara: facilitar el transporte del trigo de Castilla hacia los puertos del norte y de allí a otros mercados. Lo que se prometía como la panacea para la incomunicada Castilla quedó en agua de borrajas con el pitido del primer tren de mercancías que, inmediatamente, dejó obsoleta la megaestructura que tanto dinero y esfuerzo había costado.
La idea de los canales navegables no era mala: había funcionado bien en otros países como la vecina Francia. De hecho, los ingenieros a los que contrató Fernando VI para iniciar las obras eran galos, que se instalaron en Alar del Rey (Palencia), un municipio que se fundaría poco después. De hecho, el patrón de Alar es San Luis, Rey de Francia, en honor de los ingenieros que se asentaron allí.
Sin apenas utilidad
El Canal de Castilla apenas tuvo utilidad real durante una década: la primera de su vida, de 1850 a 1860. Después no era rentable, y todos los intentos –públicos y privados– por reavivarlo, fracasaron. Pero su enorme complejidad técnica queda patente en sus numerosas esclusas, tramos y presas, y se mantuvo en funcionamiento hasta 1959. Desde entonces, su principal uso es el de canal de regadío, y alguna iniciativa turística permite recorrer partes en barca.
Eso sí: los paisajes que atraviesa son dignos de verse. Si uno busca paz, sosiego y quietud, los entornos del Canal de Castilla pueden ser su lugar.