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Cosas que pasanAlfonso Ussía

Solarandia

La Agenda 2030 desea una España sin olivos. Miles de hectáreas de olivos centenarios se han convertido en cementerio de madera, tradición y economía. Si los andaluces y castellanos-manchegos no reaccionan, se encontrarán viviendo en Solarandia, rodeado de receptores de luz solar

Actualizada 01:30

La Agenda 2030 es imprescindible para Margallo. Pero más aún para los carroñeros que desean hacerse con el poder mundial, como Soros, dueño de nuestras vidas y futuro. El pin de la Agenda, que tan multicolor lo lucen Sánchez, sus ministros, dirigentes peperos y que un mal día ocupó el ojal de la chaqueta del Rey Felipe, representa un poder mucho mejor calculado que la triple K del 'Ku Klux Klan' o la cruz gamada de Hitler, o la estrella de cinco putas — perdón, he querido escribir puntas—, del socialismo y comunismo. Porque se trata de un poder creado desde el poder de los más fuertes, siempre con la obediencia de la Unión Europea, que colabora entusiasmada con la instalación de un nuevo orden mundial que convierta la libertad y el individualismo de los humanos, en un férreo control de sus actividades.

La Agenda 2030 desea una España sin olivos. Miles de hectáreas de olivos centenarios se han convertido en cementerio de madera, tradición y economía. Si los andaluces y castellanos-manchegos no reaccionan, se encontrarán viviendo en Solarandia, rodeado de receptores de luz solar que están colonizando al dibujo interminable y soberbio de nuestros olivares. La imagen es desalentadora, y la expresión de los campesinos, de estupor. Pero a Soros no le importan nuestros olivos ni el oro verde que guarda, custodia y ofrece una vez cada año. Tampoco a Margallo, que es de San Sebastián, que no es tierra olivarera. La belleza del olivar ilimitado sometida a la fealdad inútil de las placas solares. Como si un año desean convertir los centenares de miles de hectáreas de nuestras dehesas, para sustituir la encina, el alcornoque, el ciervo, el jabalí y el gamo en metros cuadrados de cristal maldito. Los ecologistas y los animalistas, muy entregados a la ignorancia demagógica, callados y obedientes. Un morral con cinco conejos abatidos sin los pertinentes permisos merece una sanción de ruina y la advertencia de unos años en la cárcel en caso de reincidencia. Convertir los paisajes agrícolas y serranos, las mieses y los valles, en campos de energía, no merece la atención animalista ni ecológica sandía. Y en las cuerdas de los altozanos, miles de molinos, condones con aspas, desfigurando los perfiles de nuestras atalayas naturales. Son unos sinvergüenzas, opuestos por beneficios políticos a la energía nuclear, la más limpia y segura de todas. Europa las mantiene y España las condena, porque nos hemos convertido en un país experimental.

Un ganadero extremeño recibió una advertencia con un plazo fijo de ejecución. Había vallado unas hectáreas de su campo para guardar los terneros, ya separados de sus madres, a la espera del comprador. Pero los ecologistas sandía protestaron airadamente. Esa valla interrumpía el camino natural de un sapo partero. Unas semanas después, se vio obligado a trasladar su terreno reservado a otro lugar de la finca, con unos prados menos jugosos, sin sapos parteros a la vista. Y un huertano de Alicante, que compró una huerta con una casa en ruinas para construir sobre sus escombros su hogar definitivo, se quedó con las ganas, porque la casa ruinosa y abatida daba cobijo a una pareja de mochuelos comunes. Consiguió el permiso cuando se demostró que él no había sido responsable de disparar con una escopeta del 12 a la pareja mochuela. Al no hallar responsable del horrible crimen, le permitieron construir con muchas limitaciones su nueva casa, a la que bautizó de 'Villa Mochuelo', porque era suya y le dio la gana. La escopeta yace en el fondo del mar, matarile, rile, rile, en el fondo del mar matarile, rilelón, chimpón.

Nada de lo que sucede es consecuencia de la improvisación. Existe un plan, siempre financiado por la Europa de Soros y la Von der Leyen para modificar la maravilla del campo de España en un experimento energético. Un experimento, repito. Y miles de hectáreas ya están experimentando.

Los sapos parteros están de enhorabuena.

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