Campo de trigo en Galicia

Campo de trigo en GaliciaEuropa Press

La carta a la desesperada por la crisis del cereal: «No es culpa del cielo, sino de los despachos»

Los productores señalan que a las dificultades propias de su actividad se suma la afección por las decisiones políticas

Los cerealistas afrontan una cosecha que se presupone como una de las mejores de los últimos tiempos; sin embargo, según denuncian, no habrá bonanza en sus campos.

«La rentabilidad está completamente estrangulada. Los costes de producción, lejos de estabilizarse, han seguido disparados. Solo fertilizantes y nitratos suponen ya más de 500 millones de euros de gasto en Castilla y León esta campaña. A esto hay que sumar el gasóleo, las semillas, los seguros, el mantenimiento de maquinaria, los fitosanitarios…», lamenta Donaciano Dujo, presidente de Asaja Castilla y León, en una carta donde condena que a las dificultades propias de su actividad se suma la afección por las decisiones políticas, como el acuerdo que permite la entrada de grano ucraniano libre de arancel o la sanción a los fertilizantes rusos y bielorrusos.

«En el campo siempre hemos sabido que la agricultura es un negocio lleno de incertidumbres. El agricultor aprende desde niño que el tiempo puede dar y quitar; que una helada inoportuna o una sequía pertinaz pueden echar por tierra meses de trabajo. Lo que nunca hubiéramos imaginado es que, en pleno siglo XXI, cuando por fin acompaña la meteorología y se logra una cosecha excelente, los números tampoco salgan. Y no por culpa del cielo, sino de los despachos», señala el dirigente de Asaja.

Dujo indica que cada hectárea cultivada de cereal ronda los 800 euros de inversión, por lo que para no perder dinero, se necesita cosechar un mínimo de 4.000 kilos por hectárea: «Algo que no está al alcance de todos los terrenos, especialmente en secanos y comarcas más vulnerables».

El sector cerealista ha puesto su causa en el centro de las protestas del campo, ya que apuntan a que la situación de precios actual caerá aún más en verano.

«Cuesta entender que en los últimos meses no se haya articulado ningún mecanismo serio para aliviar esta presión. Los agricultores no piden subvenciones indiscriminadas ni ayudas generalizadas», asevera en su misiva Dujo, que indica que está en juego no es solo el futuro de quienes siembran cereal, sino la seguridad alimentaria de todo un país: «Es la supervivencia de miles de explotaciones familiares, muchas de ellas en las pocas zonas de España que todavía mantienen población activa en el medio rural. Y es también el precio y la calidad de los alimentos que cada día terminan en las estanterías de los supermercados».

Los productores insisten en que su grado de desesperación es máximo, cuando ni siquiera una buena cosecha sirve para respirar, algo muy profundo falla en el sistema. «El campo español no puede seguir soportando que las buenas campañas se conviertan en un castigo en lugar de un respiro. El problema ya no es la climatología. El problema, lamentablemente, son las reglas de juego», concluye Dujo.

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