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Vidas ejemplaresLuis Ventoso

¿Quién es «ultra» en España?

Las etiquetas se aplican con mucha prodigalidad y poco rigor y resulta que al final aquellos que tanto señalan son precisamente quienes merecerían ser señalados

Actualizada 12:48

Estupor en el coro mediático y político del régimen. ¡Escándalo! El PP y Vox han llegado a un acuerdo para aprobar en Baleares unos presupuestos, la obligación básica de todo gobernante. ¡Qué horror!

A la cabeza de la sentida queja del «progresismo» se sitúa, por supuesto, el periódico sanchista de cabecera (de propietario guiri eventualmente peleado con Sánchez, pues Mi Persona pretendía arruinarlo, forzándolo a poner en marcha una tele ruinosa a su mayor gloria). El redicho diario lamenta que Marga Prohens, la dirigente del PP que preside Baleares, haya alcanzado un acuerdo presupuestario con «los ultras», es decir, con Vox. Y es que en España el partido de ETA, los comunistas más cazurros e intervencionistas y los separatistas que han dado un golpe contra España no son ultras. Aquí el «ultra» es Vox.

¿Y por qué merece ese acuerdo presupuestario el calificativo de «ultra»? En primer lugar, porque permite que se pueda elegir el español como idioma principal en la enseñanza, sin renunciar a educar también en catalán. Además, se relaja la exigencia que habían impuesto la presidenta socialista-nacionalista Armengol y sus socios catalanistas de saber catalán para acceder a los empleos públicos.

Algunos somos tan hiper-ultras que consideramos que lo realmente «ultra» era lo que se hacía hasta ahora: proscribir en una región de España el idioma oficial que nos une para primar otra lengua por puros motivos políticos. Lo «ultra», amén de autolesivo y bastante paleto, era que los servicios públicos de Baleares renunciasen a médicos, ingenieros o músicos excelentes porque no acreditaban el exigido dominio del catalán.

El segundo punto que convierte al acuerdo en superultra es que retira la ley balear de Memoria. ¿Qué es «ultra», permitir que la historia se estudie sin orejeras; o cepillarse la libertad de cátedra e imponer, so pena de multa, una lectura única y distorsionada de la historia de los años treinta y cuarenta españoles al dictado de las fijaciones doctrinarias de la izquierda? De nuevo me temo que lo ultra es lo que había.

La izquierda hace chasquear el latiguillo-flagelo de «ultra» con excesiva prodigalidad y nulo rigor. Veamos:

¿Quién es ultra, aquel que aboga por la igualdad de todos los españoles ante la ley; o el que defiende que existan ciudadanos de primera y segunda categoría al dictado del sentimentalismo supremacista del separatismo?

¿Qué es ultra, defender la unidad de tu nación y el valor de la lengua e historia comunes, o abogar por cuartearlos y denigrarlos en el altar de unos nacionalistas insolidarios que aspiran a romper el país secular de todos?

¿Qué es ultra, respetar el trabajo y la independencia de los jueces y la labor de la prensa crítica con el poder, que es su razón de ser; o perseguir desde el Gobierno a magistrados e informadores que crean problemas a un mandatario con tics de autócrata?

¿Qué es ultra, respetar la propiedad privada, que como bien explicó John Locke es el pilar de la libertad y de los demás derechos; o defender que un Estado intervencionista le meta mano a la propiedad y la coarte en nombre de utopías igualitarias, que «aspiran a la dominación de cada individuo en cada esfera de su vida», como advertía Hannah Arendt en su magistral obra sobre los totalitarismos?

Una pregunta espinosa en los absurdos tiempos que corren, pero de respuesta moral evidente: ¿qué es ultra: estar a favor de que los niños que están en el vientre de sus madres vean la luz; o abogar por que puedan ser eliminados con un aspirador o un bisturí? ¿Qué es ultra, considerar que todo ser humano es digno y valioso, sea cual sea el estado en que se encuentre; o abogar por el descarte de los que ya flaquean o son imperfectos?

¿Qué es ultra: aprobar los presupuestos del año, que es la primera misión de todo gobernante, o llevar ya dos ejercicios sin hacerlo, incumpliendo así con toda la jeta el mandato constitucional?

¿Qué es ultra, sostener que mentir es inaceptable y debe tener un alto precio en política; o defender que el líder supremo tiene derecho a ir cambiando de opinión y diciendo hoy lo contrario de lo que decía ayer?

¿Qué es ultra, considerar que existen verdades incontrovertibles, o sostener que todo es opinable y que el fin justifica los medios? ¿Qué es ultra, estar con las palabras de Jesús recogidas por el evangelista Juan, que afirman que «la verdad os hará libres», o considerar que la verdad realmente no existe, que es un concepto elástico, establecido por el partido y su líder al albur de sus intereses para pastorear al aborregado hombre-masa?

¿Quién es «ultra»: Abascal, que como tantos otros se jugó la vida durante años defendiendo la libertad y la idea de España en el País Vasco, u Otegi, terrorista que formaba parte de la banda que mataba a los que así actuaban o pensaban?

Por favor, menos estupideces con la palabra «ultra».

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