Pulso legalÁlvaro Caparrós Carretero

Rebujito con toga

«Yo mismo, que tengo ya el lomo curado en estos asuntos, cada año me sorprendo de lo fácil que es pasar de la risa al expediente sancionador»

Actualizada 04:30

Anoche se encendieron las luces de la Feria, los fueros decoraron el cielo y, con ellos, una serie de comportamientos que parecen surgir como setas cuando huele a albero, rebujito y reguetón a volumen imprudente. Como cada año, la Feria de Córdoba abre no solo las casetas, sino también el abanico de situaciones jurídicamente comprometidas que, si uno no anda con tiento, pueden terminar con la resaca en el calabozo y el lunes en sede judicial. Yo no digo que no haya que disfrutar, faltaba más. Pero conviene no olvidar que el derecho penal también sabe bailar sevillanas si lo invitas.

No falla: en cuanto se mezclan el calor, el alcohol y la testosterona mal gestionada, aparecen los empujones, las miradas desafiantes y ese clásico de feria que es el «tú no sabes con quién estás hablando». Y ya sabemos todos que esa frase nunca ha precedido a una disertación pacífica sobre Kant. Las agresiones en la feria no son nuevas, pero lo que muchos no calculan es cómo se disparan los ánimos cuando el juicio se nubla por los vapores del rebujito. Que uno vaya alegre no significa que tenga licencia para liarla. Al contrario: cuando se pierde el norte y se gana en volumen e ímpetu, lo que parecía una bronca de caseta puede acabar como un parte de lesiones. El alcohol, en fin, hace muchas cosas, pero librarte de responsabilidad penal no suele ser una de ellas.

Y si hablamos de delitos que lamentablemente se repiten, tenemos que hablar de los abusos sexuales. No es cómodo escribirlo, ni mucho menos leerlo, pero es necesario. Todos los años, sin falta, se registran denuncias por tocamientos, acosos y situaciones claramente delictivas que tienen como escenario la feria y como combustible el alcohol. La sensación de impunidad, la confusión sobre los límites del consentimiento o simplemente la falta de educación en lo más básico provocan daños que ni el mejor rebujito puede endulzar. En feria, el consentimiento no se suspende, ni se relativiza. No vale eso de «es que estaba muy borracha y no sabía». Si no hay un sí clásico y rotundo, la línea se cruza. Y el código penal entra en escena con toda su crudeza.

Pero no todo es drama carcelario. También hay quien tropieza, sin saberlo, con la ley en el plano digital. Este año está haciendo furor el hashtag #PapaGorda2025. Para los menos duchos en redes, se trata de una especie de rally visual donde se comparten fotos y vídeos de personajes pintorescos de la feria. Algunos se dejan grabar, claro. Pero otros no. Y ahí viene el lío. Grabar a alguien en vía pública, en términos generales, es legal. Difundir su imagen sin permiso... ya no tanto. El derecho a la propia imagen está recogido en la Constitución, y subir un TikTok gracioso puede acabar en una demanda civil por intromisión ilegítima. Así que cuidado con lo que se cuelga. Que lo que empieza como una risa viral puede terminar con una carta del juzgado en el buzón.

Y luego está el botellón. Ay, el botellón. Ese ritual de iniciación juvenil que en la feria se multiplica hasta lo incómodo. Este año el Ayuntamiento ha decidido mantener habilitada una zona específica, con control de aforo y vigilancia. Bien por ellos. Pero ojo: fuera de esa zona, beber en la calle sigue estando sancionado. Con multita. No mucho, pero lo suficiente para que se te atragante la tercera lata de Calimocho. Y si ya la cosa escala a jaleo, ruido y falta de respeto a la autoridad, la factura sube. Y con recargo.

Yo mismo, que tengo ya el lomo curado en estos asuntos, cada año me sorprendo de lo fácil que es pasar de la risa al expediente sancionador. A veces me pregunto: ¿no podría el derecho tomarse también una semana de feria? Pero no. El derecho no entiende de farolillos ni de alumbrados. Está siempre ahí, esperando paciente a que alguien meta la pata para actuar con todo su rigor.

Así que disfrutemos. Bailad, comed, cantad. Dadlo todo. Pero no os olvidéis de que, entre volantes y flamenquines, también hay normas. Que lo que se celebra es la vida, y no la impunidad. Y que una buena feria es aquella en la que nadie tiene que buscar abogado el lunes. Palabra de jurista y feriante.

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