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Rudolf Hess junto a Hitler

Adolf Hitler

El misterio de la muerte de Hitler: lo que dicen los documentos secretos rusos

Los encontró la unidad de contrainteligencia militar soviética (Smersh) que recogió los restos y se los llevó en secreto

Las teorías de la conspiración dicen que Hitler no murió en su búnker sino de viejo tras huir a Sudamérica, tal vez Argentina, tras la derrota en la batalla de Berlín. Detrás del misticismo, las teorías delirantes y la conspiración, hay una historia y una serie de investigaciones que han querido esclarecer cuál fue el destino del cuerpo de Adolfo Hitler tras desaparecer, literalmente, bajo escombros y fuego en el búnker de la Cancillería de Berlín el 30 de abril de 1945.

Una mandíbula calcinada, un cráneo y un expediente secreto que se custodia en Moscú son los únicos vestigios del dictador que empezó la Segunda Guerra Mundial y asesinó a unos 6 millones de judíos. Ahora bien ¿Qué ocurrió realmente con el cuerpo de Hitler?

Hitler se quitó la vida en el búnker de un disparo en la sien mientras su esposa, Eva Braun, moría tras ingerir cianuro. Esta es la versión más extendida entre los historiares y respaldada por los testigos del búnker y varias investigaciones soviéticas. Según relata el famoso historiador Anthony Beevor, los ayudantes de Hitler quemaron con gasolina ambos cuerpos en el jardín, tal como el führer había ordenado días antes.

Sin embargo, las tropas de Ejército Rojo ocuparon el recinto antes de que los huesos se calcinasen por completo. Los encontró la unidad de contrainteligencia militar soviética (Smersh) que recogió los restos y se los llevó en secreto. Así empezó una operación de ocultamiento que duró décadas. Lejos de confirmar la muerte de Hitler, Stalin optó por sembrar dudas sobre su paradero.

Durante las conversaciones con Churchill y Truman en Potsdam, según Beevor, el líder soviético llego a insinuar que el dictador nazi había escapado a Argentina a través de España. El resto del trabajo lo hicieron los agentes del Smersh, que alimentaron las teorías de huida como medio de propaganda soviética y para desestabilizar al resto de países aliados, que dejarían de serlo pocos meses después al iniciarse lo que después llamaríamos Guerra Fría.

La desinformación como herramienta de Estado

Aparecieron nuevas teorías en ese tablero de desinformación, incluso entre los propios servicios de seguridad soviéticos. Pero esa ambigüedad no era casual, Stalin no confiaba ni en sus propios espías. Investigaciones posteriores desvelaron que el cuerpo de Hitler había sido trasladado a Magdeburgo y enterrado junto al de su amante y otros altos cargos del partido nazi.

Allí permanecieron sin más repercusión hasta que en 1970, cuando la KGB ordenó exhumar los restos y destruirlos por miedo a que el lugar se convirtiese en el centro de peregrinación para los neonazis. Hay que recordar que por entonces Alemania estaba dividida en dos: la occidental que gestionaban potencias aliadas y la oriental que gobernaban, con la hoz y el martillo, los soviéticos desde el Kremlin.

Montaje fotográfico de Hitler por el Servicio Secreto de los Estados Unidos en 1944, para mostrar cómo podría disfrazarse para evadir la captura

Montaje fotográfico de Hitler para mostrar cómo podría disfrazarse para evadir la captura

De la exhumación solo se salvaron dos restos: una parte de la mandíbula inferior y un pequeño trozo de cráneo, aunque Moscú negó durante décadas tener dichos restos. En el 2000, el Servicio Federal de Seguridad (FSB) admitió poseer restos biológicos de Hitler. Casi diez años después, un grupo de arqueólogos forenses, encabezados por personal de la Universidad de Connecticut, analizaron el fragmento de cráneo que les habían cedido los rusos esperando encontrar respuestas sobre la muerte de Hitler.

No pasó nada de eso, el ADN extraído del hueso no pertenecía a un hombre sino a una mujer joven, según los resultados del análisis que se publicaron en el Journal of Forensic Science en 2009. ¿Qué había pasado con los restos del líder nazi? Este hallazgo solo demostraba que ese cráneo no era el de Hitler, pero no negaba que los restos analizados por los soviéticos en 1945 fueran del dictador. La solución a la pregunta había que buscarla en las pruebas dentales.

La clave para demostrar que Hitler había muerto en Berlín la encontraron en su mandíbula inferior, el otro resto superviviente. Los soviéticos compararon los restos dentales hallados en Berlín con las radiografías y anotaciones que había realizado el dentista de Hitler, Hugo Blaschke, y su asistente, Käthe Heusermann, que fue arrestada por el Comisariado del Pueblo para Asuntos Internos de la Unión Soviética (NKVD) y enviada a un gulag, según apunta el historiador Hugh Trevor-Roper en su libro Los últimos días de Hitler. Los resultados obtenidos por los soviéticos eran claros: había coincidencias morfológicas y anatómicas entre los restos y las radiografías de la dentadura, es decir, eran los dientes de Hitler.

Los soviéticos lo habían mantenido durante décadas en secreto, lo que favoreció la aparición de teorías conspirativas que situaban a Hitler en la Patagonia argentina, en Egipto o en un búnker secreto situado en la Antártida, versiones que habían sido creadas, en muchos casos, por el aparato de propaganda nazi en los últimos meses de la guerra, como apunta el historiador Luke Daly-Groves. Fuera como fuese, parece evidente que Hitler se suicidó en su búnker horas ante de la derrota final de la Alemania nazi.

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