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Cosas que pasanAlfonso Ussía

El ciprino dorado

Una casa con pecera habitada por ciprinos dorados es un polvorín de gafancia. Por otra parte, el ciprino es un pez chino, con todo lo que ello presupone

Actualizada 08:43

Muchos españoles, ajenos al riesgo extremo que corren, tienen en sus casas peceras. Y en las peceras, ciprinos dorados, esos peces naranjas que no sirven para nada. Mis ancestros por parte de mi madre eran andaluces, y algún atisbo de superstición me asalta. El personaje de Wodehouse, Gussie Fink-Nottle, 'Botellín', criaba salamandras, del mismo modo que al conde de Emsworth lo único que le importaba era la salud de su cerda, la emperatriz de Blandings. Me molestaron mucho durante un tiempo los gatos negros, hasta que me apercibí de que en realidad, me incomodaban todos los gatos. En cambio, he superado lo del martes y trece. Mis hijos Isabel y Alfonso J. nacieron en martes y trece y han salido estupendos. La creación del mundo, tal cómo nos la han contado, podría haber prescindido de muchos seres desagradables, socialistas aparte. De las moscas, por ejemplo, insectos sencillamente asquerosos. Y de los ciprinos dorados. En la extraordinaria creación teatral de Agustín de Foxá Cui-Pin-Sing aparece un domador de peces, ciprinos dorados para fastidiar. Escobar, el narcotraficante con más poder que el Estado, coleccionaba hipopótamos de verdad, y se han reproducido en los ríos colombianos. El problema que origina el ciprino dorado, además de su aparente cursilería, es que en una pecera es gafe. Antonio Gala tenía en su colección bastonera un bastón de Chateaubriand. El bastón le venía pequeño, porque Chateaubriand era un retaco. Pero se trataba de un bastón de defensa, contundente. Fue invitado a cenar a una casa excesiva, y lo primero que se encontró, en el «hall» fue una enorme pecera con ciprinos dorados. Montó en cólera, rompió la pecera de un bastonazo, se inundó el recibidor y los ciprinos pasaron del agua a dar saltos espasmódicos sobre una terrible alfombra que los anfitriones habían adquirido en Tánger. Aunque nacido en Brazatortas, Ciudad Real, Antonio era cordobés de alma y sensaciones, y mientras la dueña de la casa intentaba, entre sollozos, salvar a los ciprinos, Gala abandonó la cena convocada en su honor al grito de ¡Así no se recibe a un andaluz!

Ilustración de Barca

Barca

Una casa con pecera habitada por ciprinos dorados es un polvorín de gafancia. Por otra parte, el ciprino es un pez chino, con todo lo que ello presupone. Don Francisco Silvela y don Santiago Liniers, autores de La Filocalia, primer tratado de la cursilería, sólo admiten la existencia de los ciprinos dorados en el estanque más alejado de una casa de campo. Y como ya han transcurrido más de treinta años desde el acto delictivo, me confieso autor, junto a Antonio Mingote, de haber lanzado alguna somera piedra a un estanquillo con ciprinos dorados en el Parque del Buen Retiro, del que era 'Alcalde Honorario' el genio aragonés. La presencia de un grupo con aspecto ecologista impidió nuestro ejercicio, y ningún ciprino sufrió daño alguno. Pero Antonio, al llegar a su casa resbaló y se fracturó la muñeca izquierda. El ciprino se venga a distancia y no perdona.

Mucho me temo –pero no puedo asegurarlo porque no he tenido la desconsideración de ser invitado–, que los Sánchez tienen pecera en lugar preferente de «Villa Begoña», que es el nuevo nombre por el que se conoce al palacio de La Moncloa de Eugenia de Montijo y de la goyesca duquesa de Alba. De ser así, les animo a seguir con la pecera. Será la única manera de que se vayan, ora a un albergue del Estado con barrotes, ora a la República Dominicana, ora a Marruecos, cuyo rey –con minúscula-, tiene pecera en sus 78 palacios.

Eviten los ciprinos en pecera. Y sean felices.

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